dimarts, 9 de juny del 2020

Junio de ponerse a prueba


Estoy de exámenes. Este domingo me toca ponerme a prueba.


Ha estado un semestre muy raro,

Un semestre en el que me había puesto a prueba. Me había animado a demostrarme que puedo despertar del letargo que era mi vida durante estos 9 últimos años.

Este semestre era mi apuesta para ponere a tono con mi nivel de perfeccionamiento en francés, mi casi semestre normal en la UOC, con 4 asignaturas, el máximo número que me he atrevido a coger desde que empecé en el 2013.

Mi apuesta por retomar mi atelier, invirtiendo todo el líquido que había conseguido reunir durante mi primer año de «empresaria» en restauración.

Me había hecho una serie de tablas de tiempo y de objetivos. Estudiar y sacarme este verano el ACTIC nivel medio, ir al gimnasio, quedar para estudiar, por las mañanas, con alguna amiga, en alguna cafeteria tranquila....

Todo ese planing me duró media semana.

Fuí a mis primeras clases de francés y también había quedado para ir a buscar unas piezas de anticuario, justo antes de tomar mi avión a Barcelona, para un viaje fugaz, y volver a ponerme de lleno en mi semestre-punto de inflexión.

Y todo se paró. De risa. Qué hirónico y que inoportuno.

No hay más muebles que recoger para restaurar, ni amigas con las que ir al gimnasio ni a estudiar. No más cafés en starbucks, ni clases de francés nivel advanced (quemeríoyo).

Sólo quedó la UOC, pero tampoco eso iba a ser fácil. Cuatro asignaturas que contaba llevar tranquilamente estudiando por las mañanas, cuando todos estuvieran en sus respectivos lugares de trabajo y escuelas. En lugar de eso, mañanas eternas de deberes de p5, rabietas de number six con number five, hacer la comida, rutina de casa... y el insomnio como herramienta para estudiar.

La UOC, inicialmente decidió que esto de la pandemia (Nota: actualizar el editor de textos, porque no reconoce "pandemia" como palabra correcta en su diccionario de palabras habituales. Supongo que su última actualización es anterior a marzo’20) no iba con ella, y no fue hasta que los alumnos le plantamos la realidad en la frente que accedió a flexibilizarse, permitiendo que este semestre la mayoría de asignaturas no tuvieran PS (prueba de síntesis) si no que se hiciera una evaluación continuada, y de las que sí deben tener prueba, que esta fuera online.

De mis tres asignaturas con prueba, me quedo con una. Y esa prueba se va a hacer el domingo 14. Mi primer examen en domingo de todos mis estudios.

Y no tengo la cabeza para estudiar.

No tengo ganas de ponerme a preparar una materia en medio de esta incertidumbre.

Yo debería estar pensando en volver a casa para pasar el verano con amigos y familia, y ni si quiera sé si eso va a ser posible ahora, en octubre o en navidades.

Y porqué? Entre otras cosas, por lo que allí llaman «nueva normalidad».

Me revuelve el estómago ver como se aceptan ciertas cosas.


Me crea ansiedad.

Ya lo he dicho.

Aquí la vida es normal.

Todo lo normal que se puede, teniendo museos o cines al 50% o no pudiendo cruzar frontera hasta primeros de julio. Todo lo normal que se puede entender la vida, a pesar de que te marquen recorridos de un único sentido para entrar en ciertas tiendas o centros comerciales, o ciertos comercios de alta frecuencia te pidan el uso de mascarilla, pero los mínimos, los de trabajadores que tienen miedo, y me parece lógico, y lo entiendo, a la vez que tengo opciones para también expresar como quiero vivir este periodo en la que todo está muy tranquilo y no se sabe que va a pasar en otoño.

Necesito cargar pilas de normalidad.

No quiero volver a casa si significa evidenciar toda una serie de medidas de pánico de otros, que hagan realidad que no hay una normalidad.

No quiero sufrir como se alarga una situación injustificada y se una a la siguiente.

Quiero cargar pilas, quiero sonreír y que me sonrían por la calle, sin tener que dudar de que rostro se esconde tras un trozo de tela quita-multa. Con lo mala que soy para reconocer a gente en la calle, como para encima ponerlo más complicado.

Me gustaría que, quien más quien menos, pudiera decidir como vivir este oasis que nos brinda el verano.
Me gustaría que se respetara a quienes no tenemos miedo de salir por la calle con unas medidas de prevención basadas en la OMS (higiene y distancia, evitando aglomeraciones) y no tener que ir con miedo por si alguien decide que ir solo en el coche sin taparte la cara te hace merecedora de una multa.

Sí.

Pienso que hay quien gobierna desde y para la política del miedo y hay quien vive más confortable en la prohibición que tomando decisiones particulares.

Sin extenderme más. 

Entre estar de exámenes y pensar que no tengo una zanahoria a tres semanas, me ha dejado sin motivación y tristeza. Melancolía. 

Me gustaría pensar que hago un sprint final para empezar a preparar maletas, pensar en ocupar mi agenda para julio, que actividades vamos a hacer allí cuando lleguemos, preparar la casa para nuestra llegada, y en lugar de eso me pongo muchas preguntas que me crean ansiedad.

Me vale la pena bajar si voy a estar en confrontación continuada?

Me compensa aceptar la hipocresía y la incoherencia, por estar en casa?

O es mejor para mi salud emocional quedarme en esta parte del planeta que se me aparece más coherente con mi manera de entender el momento?

No lo sé.

Me faltan mucas cosas que me esperan allí, a la vez que me faltarán muchas cosas allí que aquí doy por sentado y que allí serán complicadas, imposibles, prohibidas, criticadas, penalizadas...

Me siento cansada.

Voy a estudiar.

Lo único real es que el domingo tengo una prueba online, y acabar el semestre sí es possible.