dimarts, 24 de novembre del 2015

Miedo

Duermes, y te miro.

Emanas la misma sensación de paz interior que hace un año atrás, cuando te sostuve por primera vez en mis brazos.

Duermes, y pienso, que quizás sueñes con que estoy a tu lado, que reímos juntas, que jugamos con el resto de la tropa, en casa, en un entorno seguro, donde nada nos puede pasar.

Y yo pienso, que ni en casa estamos seguras. Que a que mundo te hemos traído. Un mundo en el que en cualquier momento todo puede cambiar. Personas sin escrúpulos, sin objetivos, sin empatía, fascistas mentales, con la maldad que os ciega, psicópatas sociales, carne de secta, producto de una sociedad que los ha malcriado o abandonado y que frente a esto han optado por el camino fácil de la violencia. Esas personas que se pueden colar en cualquier parte, en cualquier momento del día, y sembrar el horror, un dolor en el corazón de muchos, por años, por siglos.

Te miro, y me miras. Buscas mis brazos protectores, y te doy la tranquilidad de mi presencia. Pero me siento impotente, porque se que no puedo protegerte de estas personas, que se hacen pasar por nuestros vecinos, por ciudadanos de pleno derecho, que un día entran en un estadio de fútbol o en un museo al que muchas familias han decidido acudir con sus hijos, a pasar el día, a celebrar su cumpleaños, a comprar regalos de navidad en el mercado tradicional, y que han escogido ese día y ese lugar para sembrar el caos.

Me paralizo.

No quiero seguir con mi día a día. Quiero bajar las persianas y quedarme a la luz de pocas lámparas, debajo de una manta, y que el mundo gire, que solucione sus problemas, y que luego me avise.
Me da miedo ir al cine y que sea una mala decisión. Ir a cenar a un sitio infantil y que nos pongamos en peligro. No puedo. Es muy duro ser padre en este momento de total sensación de indefensión.

Y se que no es bueno, que no se puede vivir así, transmitiendo estos miedos a los niños. Han de poder ir de colonias, de paseo con la escuela o en bicicleta con su padre sin tener que estar analizando continuamente a los extraños. Es muy injusto que los niños paguen los grandes errores de los adultos, y más cuando son otros adultos los que nos meten en estos problemas.

Muchas madres y muchos padres no volvieron a casa tras los inesperados sucesos de la capital hace dos semanas. También hubo niños que vivieron en primera persona esa violencia. Y muchos niños también sufrirán la ausencia de sus progenitores, por la acción de estos bárbaros.

Y me vuelvo a paralizar, de miedo, de terror, de desesperación. Porque se habla de que van a pasar décadas antes de que se pueda solucionar este gran problema endémico causado por la falta de comunicación, de oportunidades para que todos tengamos una vida digna y pacífica.

Los niños no tienen que pagar las consecuencias. Ni ahora, ni en un futuro.

Qué hacer? Les digo, memoriza mi número de teléfono. No de desesperes si mama no llega a tiempo un día a recogerte, vendré, pero ponte a salvo. Que tipo de mensajes les estoy dando?

En una cosa si que han vencido: nos han traído el miedo a nuestra casa. Ese miedo del que tantos refugiados escapaban: el miedo a ir al mercado, subirse a un autobús, ir a la universidad... y que fuera la última vez. Eso es lo que siento. 

Miedo.

foto extraída de: http://augredesbalades.canalblog.com/archives/2015/11/14/32929085.html (por Jean Jullien)

dilluns, 2 de novembre del 2015

Famillia muy numerosa busca casa en.....

Noviembre ya.

Hemos pasado el primer período vacacional, y la adaptación a los nuevos cursos escolares, con extra-escolares reforzadas y a tope. Han pasado las dos semanas de touts saints, y nos merecíamos más que nunca este descanso, relativo, porque no hemos parado, pero tan necesario. Estábamos cansados de madrugones y logísticas interminables, así como también de las horas de deberes, mutiplicadas este año por 4.

Hacía semanas que no encontraba un momento para escribir en el blog, pero he pensado mucho en él. No hemos hecho ninguna excursión a ningún sitio, porque tanto el padre de las criaturas como la tropa en sí han estado o bien ocupadas (entre clases los sábados, partidos de fútbol y los entrenos de patinaje) o bien agotados de tanto trajín... No ha habido "valor" para proponer ir a ningún sitio Poco que contar en este sentido.

Por otro lado, nuestro tiempo y obsesión se han visto abducidos por el proyecto "busco casa para 7, con las tres B". De eso quería (o más bien, tengo la necesidad de) hablaros hoy.

Conociendo lo que sucede en casa, donde el mercado está saturado, los precios están estancados y el grifo de las hipotecas cerrado, por un momento pensamos que aquí sería un poco más sencillo encontrar una casa con los requisitos que nos hemos pensado: bien comunicada con las escuelas, con espacio para todos y un presupuesto bastante respetable, que ni pasa de modesto pero tampoco es boyante, pero que en estos tiempos de crisis es más que respetable, y más teniendo en cuenta que yo no aporto ingresos y sólo reduzco gastos. Ilusa de mí!

Es nuestra primera vez que buscamos en el mercado de segunda mano, y yo pensé, inocentemente, que sería algo similar a cuando hemos buscado casa de alquiler. Pues no.

Como principales diferencias, una casa de alquiler, al menos para mi, no requiere mucho grado de filtro de detalle. Una casa de compra, en la que voy a tener que invertir dinero los próximos tropecientos mil años de hipoteca, debe ser perfecta, o casi perfecta.

  • No vale comprar una casa más pequeña de la que se necesita, si no es terriblemente necesario.
  • No vale que esté en cualquier sitio, sólo porque sea barata: ni debajo una línea de alta tensión. Detrás del centro logístico de una gran superficie con alto volumen decirculación de camiones toooodo el día, en el culo del mundo o en un barrio dormitorio del extrarradio más marginal sólo por que sea barata.
  • No vale con que sea la casa ideal, si no tiene techo o las reformas te llevarían a preferir tirarla al suelo y construirla de nuevo, sólo porque está en el lugar que gusta y sea barata.

    Y claro, la que no cumplía una cosa, no cumplía otra, y así llevábamos 6 cuando encontramos nuestro "mirlo blanco". Una casa en un buen barrio, al lado de la escuela, espaciosa, aunque a reformar, a un precio muy competitivo. Y aunque fue una muy grata sorpresa, porque la visitamos por visitar, sin esperar mucho, me enamoré de ella, como una novia cuando se prueba El Vestido.
Sabía que allí quería vivir.

Me miraba sus paredes destrozadas, con papeles antiguos a modo de patchwork, sus suelos enmoquetados hace 40 años, su cocina que traspasaba aroma de guiso preparado por la anciana pareja que había residido allí, con sus cinco hijos criados entre esas paredes, a los que podía casi ver bajando las escaleras hacia ese sótano donde existía ese taller donde, seguramente, el propietario de la casa había pasado tantas mañanas de domingo arreglando las bicis de los niños o la segadora de césped. Mirara donde mirara, en mi cabeza se traducía el resultado final, veía nuestros muebles allí, imaginando el sonido de la vida de nuestra familia un martes por la noche o un sábado por la mañana, en esa calle sin salida, rodeados de casitas todas iguales, como en el sueño americano.


Dos semanas, es lo que hemos estado pensando, soñando, viviendo, imaginando y respirando los planes en esta casa. Y todo acabó con una llamada fría de teléfono.

Desde que la visité por primera vez por casualidad, 4 visitas totales, planos y medidas, proyectos de cocina y discusiones sobre que reformas íbamos a realizar, en que orden y cuando. El resultado: esa sensación de tomadura de pelo, injusticia y rechazo en primera persona.

Hicimos una oferta y nos la rechazaron. Todo bien hasta aquí. Pero, era necesario tardar dos semanas en hacerlo? Dos semanas en las que casualmente apareció otro comprador que hizo la misma oferta que nosotros, ofreciendo sólo , como plus, cubrir los gastos de agencia? Si, por supuesto, puede ser cierto, pero huele mal.

No puedo evitar, sin reconocer los aires conspiradores que tienen mis ideas, pensar que no querían que la compráramos nosotros porque.... no somos franceses.

Hablando con conocidos, esa idea más que difuminarse se ha reforzado. Me comentan lo difícil que les ha sido a algunos poder alquilar su vivienda, al notar el acento de no francés. Lo injusto que suena esto es poco!

Si al hecho de la trascendencia que significa para un expatriado aceptar que su vida ya no va a desarrollarse, almenos de manera inmediata, en su lugar de origen y que, por lo tanto, llega la hora de poner los dos pies (y el bolsillo) en el país de, llamémoslo “acogida”, le sumamos que hay quien va a no aceptar tu dinero (el del banco donde probablemente también tengan ellos el suyo) porque van a pasar a través de tus manos “no francesas”, es más que fustrante, triste, desalentador y te pone en guardia, aceptando que, por mucho que trabajes y pagues impuestos en este país, tu acento, tu idioma materno que uses con los tuyos y tu presencia física siempre siempre van a marcar tu destino. 

La diferencia entre que te den una mesa de restaurante u otra, te sirvan antes o después que a otros, tengan o no esa casa de alquiler disponible, la profesora te atienda o no por igual en tus inquietudes o esa persona del supermercado que empezó a preguntarte por tal o cual marca mejor de arroz deje de preguntarte en cuanto abres la boca, o incluso te cuelguen las teleoperadoras a media frase.

Francia oculta un secreto. Liberté, égalité et fraternité, oui, mais si vous etes français


Es lo que siento ahora. 

Que han jugado con nuestras ganas de tener una casa, ya sea para conseguir mejor oferta por parte de otros (quizás lo más realista) o bien, dejar claro que estaban esperando cualquier otra cosa antes que vendernos la casa, porque, claro está, tener una oferta no significa aceptarla si no quieres, por supuesto, faltaría más! Uno le vende la casa a quien quiere y le apetece, pero claro, no era mejor “ser consecuente” y decir inmediatamente “no” a la oferta, antes que hacernos sentir mal dos semanas después, por pensar que estaban valorando ciertamente nuestra propuesta?

No se como en Francia hacen tratos y tampoco soy una experta en negociar la compra de casas. Pero lo que si se es que esto va a ser una carrera de fondo. He aprendido que esto no deja de ser un negocio para alguien, y aunque para mi sea la búsqueda de esa segunda piel donde mi familia ha de ser feliz 300 días al año, debo tomármelo como un justo balance entre “inversión-beneficio” a todos los niveles: emocional, económico y racional.

Me parece crucial la enseñanza que me ha transmitido mi pareja de vida, con respecto a este tema: Vamos a divertirnos buscando casa. Voy a imaginarme mil vidas, si mil casas vamos a ver, una por cada una de ellas. Y hasta que no vuelva a dar con la sensación cierta  clara de “es esta”, no voy a parar. No voy a dejar ni un resquicio de duda, y tampoco voy a dejar que vuelvan a jugar con nosotros. Aunque vuelvan a desestimarnos por no ser de donde ellos quisieran que fuéramos, no puedo dejar que eso afecte a nuestra autoestima.

Ellos se lo pierden.

P.S: Espero que los nuevos dueños se encuentren con goteras o inundaciones en el sótano... digo... Espero que esa casa no eche de menos las risas y las prisas de una gran familia entre sus cuatro paredes. Vamos a ser pastelosos, antes que rencorosos :p