diumenge, 6 de març del 2022

Del ayer al hoy

 Ayer…


Ayer era febrero del 2020.

En mi horizonte, un viaje exprés, baja y sube, a Barcelona, para una fiesta familiar, tras unos meses de mucha ansiedad y caos emocional.

Poco a poco, me empezaba a replantear retomar las riendas de mis proyectos personales, situarme en el centro de las prioridades en mi retorno, quizás retomar la vida laboral, sobretodo ponerme en serio con el idioma… y paf! De golpe, ese parón que nos puso a todos cabeza abajo, nos sacudió y nos volvió a sacudir, durante dos años…

Quizás otro día me anime a contar como he vivido estos dos años, en los que mi prioridad ha sido mantener a flote a todos los que me importan, sobretodo a los niños, preparándolos para “el día de después de” y, al mismo tiempo, intentando que transitaran por todo esto sin mucho que perder… otro día, como digo.

Ayer tenía dos años menos.

No sabía que tengo un mechón a lo Cruela Devil.

No sabía que se puede una no reconocerse en el espejo tan rápido.

No era consciente que la edad no es sólo un número que se obtiene de descontar a la fecha de hoy tu fecha de nacimiento. Es un constructo social, y personal, resultado del feedback que obtienes del reflejo de los demás. Que te mantiene fuera de ciertos círculos, te veta ciertas oportunidades. Te recorta para que encajes en unos moldes sociales y laborales de los que no sabes en que momento saliste y dejaste de dar la talla y la forma. O eso es lo que puede pasar, si no dices "eh! hasta aquíhemosllegado!"

Ayer mi preocupación máxima era “quien soy yo?” “cual es el sentido de mi vida?” y en este tiempo, mis preocupaciones han pasado por preguntarme que voy a dar de comer a mi tribu si no hay nada en el supermercado? Cómo voy a cocinar sin electricidad? O que va a pasar si me prohiben salir o entrar del país por mi situación vacunal?

Surrealista. Como en un film distópico, pero sin americanos que vengan a salvar al mundo y su humanidad.

Hace tiempo leí “estamos escribiendo las páginas de la historia” y recientemente alguien sentenciaba que estaba hart@ de escribirlas: pandemias mundiales, volcanes, tambores de guerra mundial….

Supongo que es la reflexión lógica de quienes han vivido años sólo preocupándose de mirar las páginas de vueling para comprar un vuelo barato a alguna parte, o esperaba la siguiente temporada de juego de tronos en HBO….

La hostia que se han dado.

Se han dado cuenta de que en esta vida puedes enfermar y morir, puedes tener una casa y, de repente, que se la lleve por delante la lengua de lava de un volcán, o que alguien decida que, simplemente, sin tu cartilla de vacunación no puedas entrar en Ikea…

Oups…

Quizás no estaba todo tan sencillo y asegurado? Igual ni tu jornada de 8h con vacaciones pagadas tampoco lo está.

Quizás tampoco esté asegurado que mañana continúes teniendo internet en tu móvil.

O tengas pocos minutos para poner lo esencial en una maleta y salir a la calle.


Qué es lo esencial?

Lo sabían en Ukrania? Lo sabemos?


Ah….


Lo que aprendimos desde ayer. Cada uno lo suyo, supongo.


Yo aprendí el valor de un abrazo con contacto físico, que dura más de 1 segundo, más de 10

Aprendí, que hagamos hoy, por si mañana no podemos

Aprendí que no hace falta huracanes, inundaciones o apocalipsis zombies para entender que cada día se escribe la historia, pero que, por si a caso, tengas en tu despensa lo esencial para sobrevivir.

Aprendí el valor de la amistad que se dice las cosas, las que nos hacen feliz y las que nos duelen, y deciden continuar juntas

Aprendí el valor de decir lo siento y también gracias

Aprendí a tener conversaciones asíncronas por tochopodcast, a gravarlos y a escucharlos

Aprendí a no valorar la amistad por el peso de la frecuencia de sus comunicaciones.

Aprendí a valorar lo que tengo y lo que puedo perder, para centrarme en lo que hoy sí es real

Aprendí a disfrutar de las pequeñas cosas, y trabajar para que las grandes, algún día, lleguen

Aprendí a vivir segundas, terceras, quintas y “las que hagan falta” oportunidades, dándolas y recibiéndolas con responsabilidad.

Aprendí a dejar espacio y a dejar ir, pero también a agarrar fuerte a quienes me agarran fuerte

Aprendí a escoger mis guerras, pero a serme fiel, porque yo duermo conmigo misma todas las noches

Aprendí que mi vida es mía, y que la tuya no me concierne, más allá de lo que me retornas o me exiges a cambio. Entenderte, si. Respetarte, también. Pero tus paranoias son tuyas.

Aprendí a besar a mis hijos todas las noches, a hablarles mirándoles a la cara, y pedirles perdón por este mundo de mierda que les estamos dejando, pero al mismo tiempo diciéndoles que juntos podemos con todo.


Y tu, que me lees.

Que sepas que debíamos haber aprendido que la vida son dos días.

Qué hoy estamos, y mañana no está asegurado.

Qué sólo tu y yo nos podemos cuidar y disfrutar juntos del viaje nos lleva más lejos.



Que juntos hacemos un nosotros.

Que el “nosotros” es bienestar emocional y más años de vida en salud.


Escribe a esa persona de la que hace tanto que no sabes.

Empatiza con los demás, intenta entender porqué te dolió, porqué le dolió. Qué quieres hacer con todo eso? 


Tu eres importante.

Nosotros somos importantes.

El ayer tubo su oportunidad, pero el hoy es cuando decidimos.



Somos los que estamos. Estamos los que somos. 


Y recibimos lo que damos.