dimarts, 18 de febrer del 2014

Comparando vidas

Sonaba Blau mut, en esos mismos semáforos en los que me paro cada día, de regreso a casa, después de dejar a los niños en el cole. Eran las 8:45 aproximadamente, y mirando por la ventana, pensaba en que a esas horas, un año atrás, estaba en São Paulo dejando a la re-peque en su escolinha. Me habría levantado a las 6:00 a.m para empezar a preparar a los nenes, que con el sueño rebosando por todos sus poros, se hubieran puesto el uniforme y desfilado 9 pisos en ascensor hasta el garaje, para acabar sentados en nuestra nisan livina, con un tupper en la mano con su desayuno y dispuestos a dormir en el atasco de la Giovanni Gronchi, en esa hora interminable hasta la escuela, hasta las 08:00, al son de radio disney br.

Ahora tengo el lujo de levantarme a las 07:00 de la mañana, insistir e insistir e insistir para que se vistan y bajen a desayunar. La re-peque sigue durmiendo mientras arreglo sus cuartos y dejo lavadoras-secadoras puestas, comedor y cocina recogidos... vamos, un poco la casa dispuesta para que, al volver, pueda sentarme a tomar un té sin agobios ni prisas generadas por esa sensación de estar parada cuando hay tantas cosas para hacer y dar el día por empezado. Todo esto a la luz de las lámparas, con negra noche en el exterior. Recuerdo que en nuestro apartamento de sampa, a la que salía el sol a eso de las seis de la mañana, no había forma de que no se colara en las habitaciones, rebotando en las paredes de colores vivos, dando energía para afrontar el día.

Las 08;00 y suena la alarma de mi teléfono que nos “manda” salir de casa. Nada de ascensores. Escasos 10 pasos nos separan de la puerta de casa de la entrada del garaje donde descansa la c8 (que evidentemente no cabe en el garaje). Las madrugadas en las que hiela es un problema, porque hay que descongelar literalmente las puertas para poder entrar en él! Pero la comodidad de tenerlo tan accesible, sobretodo cuando se vuelve del super (en São Paulo tenía que subir la compra con el carrito especial, por el elevador de servicio, dejar la compra y volver al garaje para dejar el carrito en su sitio... una lata, si lo piensas... ) es algo a valorar positivamente. Aquí, las bolsas de la compra van directas del maletero del coche a la despensa en el garaje! Una gozada... siempre que no llueva, claro! 

Las 08;10 y ya de camino a la escuela. 08:30 y ya en el aula. Saliendo del pasillo de la mediana, antes de abrir la puerta y que mi cuerpo sufra ese choc térmico, entre el calor asfixiante del edificio principal, donde reina ese olor, extraña mezcla de madera antigua, con olor concentrado a infante sudoroso, dulzón mezclado con chocolate y perfume francés, y los fríos 2 grados húmedos de la mañana liloise.
Recuerdo la luminosidad que teníamos cuando regresaba de dejarlos en la escuela en sampa, y el olor a comida que empezaba a dispersarse por los alrededores de la entrada de la escuela,  desde el lanchonette cantina del patio. Aquí, ni desayuno llevan para el patio de la mañana.

Al llegar a casa, a eso de las 09:00, dejo a la re-peque que duerma un poco más en el salón (ha ido y vuelto sin abrir los ojos), mientras caliento el agua para mi té. Ella cada día me pide ir a la escuela, y es una pena que no haya podido encontrar una. A estas alturas, ya no vale la pena, porque entre adaptación, vacaciones y verano, estaríamos escasos dos meses o tres para nada, porque en setiembre ya tiene plaza para el colegio de “los mayores”. Voz en off: No me puedo creer que en setiembre y por todo un año, los vaya a llevar a todos a la misma escuela!!!

Mirando atrás, ahora ya con el té en la mano, echo de menos esas mañanas en el starbucks de enfrente la escuela. Esos desayunos con las mujeres maravillosas con las que coincidí durante mi estancia allí. Echo de menos también el sol desde primera hora de la mañana entrando por el comedor, las puertas del balcón abiertas de par en par durante todo el día, las puestas de sol tras los rascacielos de Morumbi, el olor a feijão que subía por las ventanas de las cocinas (cuando mis vecinos coreanos no cocinaban pescado... claro). Echo de menos saludar al vecino del 8, parada obligatoria del ascensor de todas las mañanas, para que suba el adolescente coreano del piso de abajo, y contar rápidamente el número de pares de zapatos que tenían en el descansillo de entrada.

Echo de menos a Regianne, sobretodo hoy, cuando limpiaba el horno, recordaba sus trucos y los hábitos que tenía a la hora de limpiar y ordenar nuestra casa. Que buena persona, callada y responsable. Espero que esté bien, en una buena casa donde la valoren. Todavía vivirá en Embú?

Días atrás me pedía la mediana ir a pasar unos días a Ubatuba. Otros días me habla de volver a Serra Negra, y se me encoje el corazón. Intento entonces proponer salir a pasear con las bicis, o con los patines por la calle! Cosas que en sampa no podríamos hacer.

Y si pensamos en lo que continua siendo igual? Por ejemplo, la vida social de los peques! Esas fiestas infantiles, pero claro, en Francia son muy diferentes a las que vivimos en Sampa. Más austeras y sencillas. El sábado pasado, el mediano fue a una de un amigo de la escuela. De dos  a cinco de la tarde. Teníamos que comprar un regalo (al final, una tarántula tele dirigida! Especialmente seleccionada por él, como no! No se conforma con cualquier cosa, y siempre escoge el regalo que más le convence y le deja satisfecho. Orgullosa estoy de que sea tan atento y detallista con estas cosas :)

Pues eso. Necesitábamos un regalo, y nos fuimos la sección femenina de la família y el mediano a comprarlo. Estuvimos un buen rato en la juguetería, pero a la salida, decidimos pasarnos por una tienda tipo CASA, pero que además tiene sección de manualidades. Nos pasamos un buen rato escogiendo que queríamos pintar, construir o moldear, para ocupar los miércoles festivos. Esto en Sampa también era impensable, porque el precio de estas cosas era intocable. Salimos de allí con un tenedor gigante, una niña tamaño natural, un perrito de cartón, unos moldes y un joyero de madera, todo para para pintar, decorar y encolar. Precio de la felicidad?? barato barato!

De regreso al coche, paramos en Orchestra, porque el mediano quería unos echarpes para el cuello... Si si! Pañuelito para el cuello! El padre lo lleva, y todos los niños de la escuela también! Así que mi mediano, que es muy sensible a la moda, se compró un par, de diferentes estampados. En Brasil, el género está muy diferenciado, así que impensable que un niño lleve un echarpe al cuello! Porque pone en entredicho la masculinidad (¿?¿?) y eso que en la escuela se trabajaba mucho la no diferenciación sexual, fomentando la integración y la participación en todo tipo de actividades de niños y niñas (no como aquí en Francia, por ejemplo, que en la escuela se hace fila para salir del aula, de niños a un lado y niñas a otro!) Aún así, se palpa mucho más en el ambiente la igualdad de género en Francia que no en Brasil (donde claramente la mujer es un objeto y el hombre un “cazador” constante).

El domingo allí hubiéramos salido a comer, quizás a Vila Madalena o quizás al condominio de nuestros amigos, en Portal. Hubiéramos tomado el rodizio y de nuevo, vuelta al coche. Pero aquí, el domingo, salimos con las bicis y en chándal, para comprar frutas y verduras, el poquito rato del día en el que lució el sol. Preparé la comida mientras el padre de las criaturas daba algunas vueltas más en bici, con la mediana. La puerta del garaje estaba abierta de par en par, mientras desde la ventana de la cocina veía a los vecinos pasar, paseando con los niños, como un domingo cualquiera.


Decididamente, es imposible tenerlo todo. Allí nuestra burbuja, aunque muy grande, seguía siendo una burbuja de vida irreal, controlada y limitada. Aquí la vida es más lenta, más gris y más fría, pero tengo más sensación de estar viviendo una vida más verdadera. Si es cierto que nos sentimos más solos. Que la integración está resultando más costosa, que hay que trabajarla mucho más. No es un país que te reciba ya directamente en el salón de la casa de sus habitantes. Cuesta mucho trabajar la confianza y superar la distancia que separa a unos de otros. Hay días en los que me siento sóla y totalmente en stand by. Pienso en mis tardes en el clube, con Patricia, Sara o Ivette, y me veo aquí haciendo deberes a puerta cerrada y estudiando mucho para no pensar en que echo de menos esas tardes, aunque exista skype y de vez en cuando me desquite charlando con ellas

Ya es medio día, y tendré que ir pensando en hacer la comida antes de afrontar las escasas horas del apres midi e ir a la escuela a por los nenes. Mañana, miércoles, así que esta tarde de martes es como si fuera viernes y habrá descontrol de deberes y rutinas. Ay! Lo bien que nos iría tener la piscina del clube! O un poquito de capoeira para que quemaran un poco de adrenalina! En lugar de eso, merendaremos y miraremos el reloj para que pasen pronto los minutos y el padre aparezca de regreso de París.

Et voilà! C'est fini le mardi!