dijous, 23 d’abril del 2020

Sant Jordi 2020. El no Sant Jordi.


Un any més, arriba Sant Jordi.

Aquest any, és un Sant Jordi "especial".

No ens preocuparà massa si plou, o si no trobem el best seller de torn, o si l’autor que volem que ens signi l’exemplar no està disponible.

No tindré gaire neguit, per enyorar una ciutat que es vesteix, cada any, de festa.

No rebré fotos per whatsapp de companys i amics, que pensaran en compartir-me aquest dia de festa, perquè saben que m’enyoro tant que agraeixo una foto dels carrers de Barcelona, amb aquelles parades engalonades amb la senyera, i els paradistes de flors, la majoria adolescents que en aquest dia fan campana a les seves classes per guanyar-se quatre duros per a pagar-se el viatge final de curs.

Una rosa, uns 3€. Un llibre, uns 15 o 20, de mitjana.

Aquest any no.

Aquest any, si tot va bé, Sant Jordi serà el 23 de juliol.

Aquest any, Sant Jordi serà de les roses fetes de paper pels nostres petits a casa.

Aquest any, el llibre vindrà en forma de paquet d’amazon per a alguns, en forma de «val per» en el cas d’altres.

Aquest any, hem proposat fer una lectura de poemes quan siguem tots a taula. I explicarem la llegenda de Sant Jordi.

Aquest any, farem una diada especial, que segur que, per no haver-hi diada, passarà a la història.

Fins-hi-tot, aquest any, em prenen el meu únic consol. 

El de viure Sant Jordi a través de la vida dels altres.

dilluns, 13 d’abril del 2020

Día 31


Abro los ojos, y como cada día, busco el teléfono en la mesilla de noche.

Todo está oscuro en la habitación, y se intuye silencio en la casa. 

Por debajo de la puerta, unos resquicios de luz brillante marcan todo el contorno de la misma.

Intuyo que es tarde. 

Me lo confirma el móvil. Son las 11 de la mañana. 

Ayer me acosté casi a las 6 de la mañana, después de una conversación bastante acalorada sobre política, confinamiento y políticas capitalistas. Me gusta este tipo de conversaciones, y de madrugada, se me pasan las horas sin darme cuenta.

Me cuesta dormir, y la compañía intelectual me ayuda a olvidar el confinamiento forzado. Me mantiene ágil mentalmente, y el humor a raya. 

Me conecto al whats. Lo primero que hago desde el 13 de marzo, cuando nos quedamos en casa, es decir buenos días a toda la gente que en estos tiempos nos cuidamos entre nosotr@s. Amigos que están solos, amigos que pasan por momentos difíciles, amigos de siempre. Amigos y familia. 

De uno en uno, entro en los grupos y en mis contactos, y en diversos idiomas, voy saludando y recordando que día estamos: Feliz domingo, bonjour, dimanche!, Bom dia, Bon dia..

Hasta que llego al grupo familiar.

M. no está. El bicho se lo ha llevado. DEP.

Y me quedo en choc. Y empiezo a llorar. Lloro por muchos motivos.

De tristeza, porque era una persona que siempre que podía, a pesar de que la vida lo había alejado de su tierra, la nuestra, siempre que  venía de viaje a Barcelona hacía por  encontrarnos y reunirnos a todos,  siempre animado y dispuesto a organizar una comida o una cena. Siempre optimista, siempre con alegría, una sonrisa en la cara, su acento francés hablando castellano, porque catalán no había aprendido. Su tía, querida tía, como la llamaba él, y sus primos, entre ellos mi padre, que lo adoraban y los adoraba.

De mi padre nos llegó la simpatía heredada hacia él. Todo un personaje. Lo admirábamos como alguien exótico, alguien de una realidad lejana, siempre con coches que nosotros admirábamos y sólo podíamos soñar. La vida en Francia lo trataba muy bien, y él era todo un emprendedor y, ahora puedo intuir, un gran conquistador. De belleza picasiana, una actitud todo un señor. Generoso y social.

De dolor, porque al ser una figura admirada y mimada por mi padre, mi tema no resuelto aflora. Otro tema pendiente que me va a acompañar el resto de la vida. Lloro lo que no he llorado y siento rabia y ausencia, soledad. Se confunden los motivos, y los sentimientos fluyen sin filtro.

Lloro también por injusticia. Porque este mal bicho se lleva sin respetar nada, a todos. Ignorante y arrogante de mi, pensaba que podría haber una pandemia mundial sin que mi familia sufriera. En base a qué? Supongo que en base a que todos tenemos nuestra casa, la nevera llena, la posibilidad de quedarnos en casa sin exponernos, y eso me hizo pensar que estábamos a salvo... mentira que me daba seguridad.

Lloro de miedo, porque quien sabe cuando y como va a acabar esto. De momento, nosotros, tendremos otra silla vacía estas navidades. Una víctima, para mi familia, tiene nombre y apellidos. Me preocupo por nosotros. Por si puedo caer enferma en alguna de mis incursiones a la compra. Me aterra traer esto a casa, a los míos.  

Lloro de soledad. Porque en mi familia todos nos reunimos para abrazarnos y apoyarnos ante la pérdida, y esta vez, con el confinamiento, la imposibilidad de poder viajar a casa y de poder tener un velatorio con el que iniciar el duelo, esto es imposible.

La vida sigue, pero todos estos pensamientos me derribaron de un golpe, ayer.

Ya no pude continuar con los buenos días tradicionales. No tenía ningún sentido nada de lo que venía haciendo los días anteriores, porque en realidad ya no lo tenían antes, sólo eran muletas para poder moverme por esta nueva realidad ¿temporal?

Hoy ha vuelto a salir el sol.

He vuelto a despertar en la misma habitación oscura, entrando la luz por debajo de la puerta.
He mirado el whats, y he empezado a saludar, de nuevo, a todos los grupos.

Bon dia de dilluns de pasqua. Feliz lunes. Bom dia de segunda. Bonjour, on commence les vacances de pâques...

Hace más frío que ayer, pero hoy no llueve. Hoy haremos la mona en videoconferencia, y seguiremos viviendo entre cuatro paredes, como el resto de los 30 días que nos preceden ya. 

Seremos menos, pero esa realidad nos espera de puertas a fuera, cuando retomemos la vida.

In memoriam de M.I.A

dimecres, 8 d’abril del 2020

Día 25


Día 25

Son las 1:36 de la mañana. Todos miran la super luna, y yo en frente del ordenador.

El mayor no cede en sus partidas online, a pesar que a las 23h ya empecé a cerrar luces y redirigirlos a todos a sus camas. Sé que estos días, si no está haciendo deberes, poca cosa puede hacer para entretenerse. Siempre ha sido un niño poco convencional, y de difícil relaciones sociales. Las redes y los juegos le permiten desarrollar una parte de su identidad que, en confinamiento, quedaría del todo anulada. Soy anti pantallas, pero aquí me tenéis, cediendo, esperando que esto no haga más mal que bien. No son horas, pero no sé que potestad tengo ya a estas alturas de la historia.

El mediano duerme. Lo he arrancado también del PC, pero es más dócil, y tiene más sueño. A él, que no le quiten su cama, su edredón y su habitación a oscuras, a pesar de tener al hermano a escasos 30cm de la cabeza, gritando como un poseso, controlando al equipo.

Número tres y 4 todavía las oigo en su cuarto. Estos días se han descubierto ese espacio oculto y privado que es su habitación, y cada una en su escritorio debidamente customizado, una mesa más ordenada que la otra, una más constante que la otra, comparten pre-adolescencia una, y pre-adolescencia precoz la otra.

Number five y six se han ido con el padre de las criaturas a mi cuarto. Espero que sea con la luz apagada y que estén ya durmiendo. Y si no es mucho pedir, que no sea en mi espacio de cama.

Cada día, "mi tiempo" queda más reducido, absorbido en casi toda su dimensión pre-cena por el teletrabajo. 

Hoy han sido 14 horas lo que ha dedicado el padre a trabajar, de manera que yo he estado toda parte de la mañana-mediodía, tarde hasta después de la cena, ocupándome de la casa y los peques. Y luego, claro, me pongo a estudiar a media noche. No es de extrañar que, una pausa para el té, me lleve a tener conversaciones en la cocina hasta las 3 de la mañana. Porque esa es mi pausa de media jornada... jornada que empieza cuando todos duermen, cada día más tarde...

Así no se puede. 

Lo tengo claro. 

Así no hay quien se levante a una hora razonable, tenga rutinas de mañana, de tarde y de noche.

No tengo sueño, en parte por la inactividad y en parte porque pongo a trabajar a mi cerebro a partir de las 12am o las 2, como hoy.

Qué otras cosas he permitido, a parte del descontrol en usos de pantalla y mis horarios invertidos?

  • He permitido los aperitivos entre semana. Ya que no sabemos diferenciar los lunes de los jueves, que más da.
  • He permitido no ponernos los zapatos en todo el día. El único que va calzado es el padre de las criaturas, y aún no entiendo muy bien porqué. Supongo que lo incluye en el apartado de «vestirse», porque vestirnos, nos vestimos todos como si fuéramos a salir a la calle.
  • He permitido que los tres más pequeños no se peinen. A ver, me explico. Al cole van siempre con una coleta y bien repeinados, por eso de los piojos y poder trabajar si los pelos en la cara... Pero, en casa? Es necesario atarse el pelo a la cabeza? Creo que hay que aprovechar esta oportunidad para dejar la melena al viento que se oxigene y que cada uno haga lo que prefiera, recogerlo o no.
  • He restringido la ingesta de proteína a una vez al día. Si hay pollo al mediodía, por la noche, legumbre, pero es una manera de racionalizar la despensa, y también de no estar consumiendo demasiado sin gastar.
  • He restringido las horas de tele entre semana. No se enciende antes de las 17 y alexa nos avisa a las 21h30 de que hay que empezar a cerrar pantallas y acostarse (juas juas juas juas)
  • He restringido mis expectativas de poder hacer nada productivo durante el día. Hasta la semana pasada, aún podía disponer de algún rato antes de la cena. Esta semana, ya voy viendo que ni eso.
Y me da un poco de rabia, este cambio. 

Porque me da la impresión de que voy cediendo un espacio que no se valora y que en unos días se va a dar por sentado que esto es así, y chim-pum.

Y tengo ganas de enfadarme y decir cuatro cosas al respecto, porque me siento como otras veces, que me toman el pelo.

Me toman el pelo? O me lo dejo tomar?

No sé, supongo que hay una parte que no quiero reconocer que es cierta. 

Entiendo que debe ser así: él trabaja y yo no. 

Pero a cada reflexión sobre este tema ,me voy volviendo más invisible, más inexistente, más irrelevante, más... prescindible. 

Y eso me hace revolverme. Me cabrea!

En parte, esto también sale ahora porque, veo como se va acercando mayo. Mayo es mi mes de amortiguación, entre navidad y verano, es mi manera de compensar toda mi inexistencia de los primeros 6 meses del año.... y este año no va a existir.

No voy a tener esta posibilidad, y me voy a volver invisible hasta verano, y ya veremos.

Me gustaría pensar que todo esto que hago es por el «equipo» que somos. Pero no veo que sea así. O no lo siento.

Ya de por sí es complicada mi situación. 

Dejarlo todo, por el proyecto familiar. Y ya me estoy cansando. Se me están agotando la paciencia. O se me están acabando las excusas para seguir posponiendo mi vida, mis ambiciones, mis proyectos, mis ganas de vivir.

Pero dejarlo todo ha implicado también dejarme yo en este camino, y en confinamiento todo se magnifica.

Estoy enfadada. Triste, indignada, y tengo miedo, y me siento sola, también.

También, sola.

Y escribo esto, y oigo a number one bajar a comer sus tradicionales cereales de madrugada, y number 4 no tiene sueño, un día más, y un día más tengo que explicarle que tiene que irse a la cama y mirar al techo, pero en silencio, que me van a dar las 3.






dissabte, 4 d’abril del 2020

Día 22


Día 22.

Hoy huele a primavera. 

Se siente la temperatura agradable, y el sol entra por las ventanas.


Hace una semana que no salgo de casa, y de momento quiero esperar unos días más, antes de tener que volver a salir. Tenemos lo esencial, así que voy a esperar a finales de la semana que empezaremos.

Ya llevamos tres semanas enteras en este modo de vida nuevo. Clases y trabajo en casa, ocio entre paredes.

Tengo insomnio. Siempre he tenido, pero ahora parece que más, porque tengo pocas rutinas que me marquen como me tengo que organizar el día. Procuro empezar tarde, porque los dos peques no tienen necesidad de levantarse pronto, y así me permito el lujo de trabajar hasta la madrugada... de aquí que los días vayan, poco a poco, dando la vuelta, a más horas nocturnas que diurnas, poco a poco.

Tiempo libre, como tal, aquel que te permite salir de tu rutina, pues poco. Estos días, supongo, que como todos, andamos del desayuno a los deberes, del trabajo a la comida, de la videoconferencia a la merienda, de los juegos de sobremesa a la cena, del Netlix a la cama... y vuelta a empezar...

Eso, si tienes netflix, hijos o trabajo. Si no, no me puedo imaginar.

Hoy hablan de que se inician las vacaciones de semana santa, y me parece una broma. También comentan que se alarga el estado de alarma, y me río de los que se creen que esto no va a durar hasta el verano. Las noticias empiezan a teorizar sobre el retorno a la vida post-confinamiento, relegando las noticias sobre nuevos contagios o muertes al segundo plano.

Y todavía hay quien tiene la creencia de que esto va a suponer un antes y un después para el sistema capitalista, los estados, las prioridades políticas o la manera de entender la vida de las personas....

Y veo como la gente en china empieza a salir, con máscaras, y me pregunto si ya nunca más vamos a poder cruzarnos por la calle con una persona que sonríe, o ver a niños haciéndose muecas en los parques. Vamos a tener que escribir nuestros nombres en las máscaras, para poder reconocernos por las calles? Espero que no

Pero a la vez que espero que el nuevo mundo no pase por tener nuevas formas de rechazo social: la persona con mala salud, la persona con poco poder adquisitivo, etc. A la vez que espero que demos más valor a la familia y a las amistades por encima de objetos materiales que de nada nos sirven en un confinamiento como el que estamos viviendo: de que sirve tener un coche último modelo en el garaje, o un apartamento en la playa, o saber esquiar? Al mismo tiempo que espero que tener la atmósfera más limpia de los últimos 80 años, que la capa de ozono se haya regenerado en un mes en un 30% o que los animales vuelvan a ocupar sus hábitats... al mismo tiempo que todo eso, veo que la vida de antes se apresura para volver a ocuparlo todo.

A ocupar estadios de futbol, para ver partidos de gente que cobra más que todo el presupuesto sanitario

A pensar en irnos a nuestras segundas residencias, para alterar el hábitat y la vida de pequeños lugares que, desde luego, están mejor sin nosotros

A soñar con ir al centro comercial, a gastar dinero en ropas que cosen gente en India, que ahora han sido expulsados de sus puestos de trabajo y recorren centenares de km a pie, intentando regresar a sus casas.

En definitiva, a seguir la rueda del consumismo, a seguir viviendo sin pensar en los recursos, el coste de nuestras acciones, contaminando o agotando recursos...

Hay quien tiene esperanza de que se reflexione, a pequeña escala pero de manera generalizada. Y yo dudo que eso suceda.

La gran mayoría está esperando volver a la vida de antes.

Pero, quién no percibe la vida de antes como una vida de excesos? Salir a la calle sin miedo, sin máscara, sin medidas de higiene, sin respetar distancias sociales, sin sospechar del que te prepara un café, comerte la patata que acabó encima de la mesa, no usar gel para desinfectar las manos antes de tocarte la cara, a coger el carrito de la compra que alguien acaba de dejar, aún caliente.... ahora, para algunos, todo eso son riesgos.

Para otros, en dos semanas se les habrá olvidado.

Se puede ser optimista, idealista o pesimista.

Quiero pensar que soy realista.

Y mi realidad me dice que, el que ha vivido sin preocupaciones, volverá a querer vivir sin preocupaciones, y a la mínima que sienta que ya no hay razón para el miedo, las malas costumbres tiran para el campo.

Yo quiero dejar de sentir miedo, pero quiero también que haya un cambio. 

No sé si ese cambio llegará en la línea que la sociedad y el planeta necesitan. 

Pero seguro que, cambios, haberlos los habrá.