Sonaba Blau mut, en esos mismos
semáforos en los que me paro cada día, de regreso a casa, después de dejar
a los niños en el cole. Eran las 8:45 aproximadamente, y mirando por
la ventana, pensaba en que a esas horas, un año atrás, estaba en São Paulo dejando
a la re-peque en su escolinha. Me habría levantado a las 6:00 a.m
para empezar a preparar a los nenes, que con el sueño rebosando por
todos sus poros, se hubieran puesto el uniforme y desfilado 9 pisos
en ascensor hasta el garaje, para acabar sentados en nuestra nisan
livina, con un tupper en la mano con su desayuno y dispuestos a
dormir en el atasco de la Giovanni Gronchi, en esa hora interminable
hasta la escuela, hasta las 08:00, al son de radio disney br.
Ahora tengo el lujo de levantarme a las
07:00 de la mañana, insistir e insistir e insistir para que se
vistan y bajen a desayunar. La re-peque sigue durmiendo mientras
arreglo sus cuartos y dejo lavadoras-secadoras puestas, comedor y
cocina recogidos... vamos, un poco la casa dispuesta para que, al
volver, pueda sentarme a tomar un té sin agobios ni prisas generadas
por esa sensación de estar parada cuando hay tantas cosas para hacer
y dar el día por empezado. Todo esto a la luz de las lámparas, con negra noche en el exterior. Recuerdo que en nuestro apartamento de sampa, a la que salía el sol a eso de las seis de la mañana, no había forma de que no se colara en las habitaciones, rebotando en las paredes de colores vivos, dando energía para afrontar el día.
Las 08;00 y suena la alarma de mi
teléfono que nos “manda” salir de casa. Nada de ascensores.
Escasos 10 pasos nos separan de la puerta de casa de la entrada del
garaje donde descansa la c8 (que evidentemente no cabe en el garaje).
Las madrugadas en las que hiela es un problema, porque hay que descongelar
literalmente las puertas para poder entrar en él! Pero la comodidad
de tenerlo tan accesible, sobretodo cuando se vuelve del super (en
São Paulo tenía que subir la compra con el carrito especial, por el
elevador de servicio, dejar la compra y volver al garaje para dejar
el carrito en su sitio... una lata, si lo piensas... ) es algo a valorar positivamente. Aquí, las bolsas de la compra van
directas del maletero del coche a la despensa en el garaje! Una
gozada... siempre que no llueva, claro!
Las 08;10 y ya de camino a la
escuela. 08:30 y ya en el aula. Saliendo del pasillo de la mediana,
antes de abrir la puerta y que mi cuerpo sufra ese choc térmico,
entre el calor asfixiante del edificio principal, donde reina ese
olor, extraña mezcla de madera antigua, con olor concentrado a
infante sudoroso, dulzón mezclado con chocolate y perfume francés,
y los fríos 2 grados húmedos de la mañana liloise.
Recuerdo la
luminosidad que teníamos cuando regresaba de dejarlos en la escuela
en sampa, y el olor a comida que empezaba a dispersarse por los alrededores de la entrada de la escuela, desde el
lanchonette cantina del patio. Aquí, ni desayuno
llevan para el patio de la mañana.
Al llegar a casa, a eso de las 09:00,
dejo a la re-peque que duerma un poco más en el salón (ha ido y
vuelto sin abrir los ojos), mientras caliento el agua para mi té.
Ella cada día me pide ir a la escuela, y es una pena que no haya
podido encontrar una. A estas alturas, ya no vale la pena, porque
entre adaptación, vacaciones y verano, estaríamos escasos dos meses
o tres para nada, porque en setiembre ya tiene plaza para el colegio
de “los mayores”. Voz en off: No me puedo creer que en setiembre y por todo
un año, los vaya a llevar a todos a la misma escuela!!!
Mirando atrás, ahora ya con el té en
la mano, echo de menos esas mañanas en el starbucks de enfrente la
escuela. Esos desayunos con las mujeres maravillosas con las que
coincidí durante mi estancia allí. Echo de menos también el sol desde primera hora de la mañana entrando por el comedor, las puertas del balcón
abiertas de par en par durante todo el día, las puestas de sol tras
los rascacielos de Morumbi, el olor a feijão que subía por las
ventanas de las cocinas (cuando mis vecinos coreanos no cocinaban
pescado... claro). Echo de menos saludar al vecino del 8, parada obligatoria
del ascensor de todas las mañanas, para que suba el adolescente
coreano del piso de abajo, y contar rápidamente el número de pares
de zapatos que tenían en el descansillo de entrada.
Echo de menos a Regianne, sobretodo
hoy, cuando limpiaba el horno, recordaba sus trucos y los hábitos
que tenía a la hora de limpiar y ordenar nuestra casa. Que buena
persona, callada y responsable. Espero que esté bien, en una buena
casa donde la valoren. Todavía vivirá en Embú?
Días atrás me pedía la mediana ir a pasar unos
días a Ubatuba. Otros días me habla de volver a Serra Negra, y se
me encoje el corazón. Intento entonces proponer salir a pasear con
las bicis, o con los patines por la calle! Cosas que en sampa no
podríamos hacer.
Y si pensamos en lo que continua siendo igual? Por ejemplo, la vida social de los peques! Esas
fiestas infantiles, pero claro, en Francia son muy diferentes a las
que vivimos en Sampa. Más austeras y sencillas. El sábado pasado,
el mediano fue a una de un amigo de la escuela. De dos a
cinco de la tarde. Teníamos que comprar un regalo (al final, una
tarántula tele dirigida! Especialmente seleccionada por él, como
no! No se conforma con cualquier cosa, y siempre escoge el regalo que
más le convence y le deja satisfecho. Orgullosa estoy de que sea
tan atento y detallista con estas cosas :)
Pues eso. Necesitábamos un regalo, y
nos fuimos la sección femenina de la família y el mediano a comprarlo. Estuvimos un
buen rato en la juguetería, pero a la salida, decidimos pasarnos
por una tienda tipo CASA, pero que además tiene sección de
manualidades. Nos pasamos un buen rato escogiendo que queríamos
pintar, construir o moldear, para ocupar los miércoles festivos.
Esto en Sampa también era impensable, porque el precio de estas
cosas era intocable. Salimos de allí con un tenedor gigante, una
niña tamaño natural, un perrito de cartón, unos moldes y un joyero
de madera, todo para para pintar, decorar y encolar. Precio de la
felicidad?? barato barato!
De regreso al coche, paramos en
Orchestra, porque el mediano quería unos echarpes para el cuello...
Si si! Pañuelito para el cuello! El padre lo lleva, y todos los
niños de la escuela también! Así que mi mediano, que es muy
sensible a la moda, se compró un par, de diferentes estampados. En
Brasil, el género está muy diferenciado, así que impensable que un
niño lleve un echarpe al cuello! Porque pone en entredicho la
masculinidad (¿?¿?) y eso que en la escuela se trabajaba mucho la
no diferenciación sexual, fomentando la integración y la
participación en todo tipo de actividades de niños y niñas (no
como aquí en Francia, por ejemplo, que en la escuela se hace fila
para salir del aula, de niños a un lado y niñas a otro!) Aún así,
se palpa mucho más en el ambiente la igualdad de género en Francia
que no en Brasil (donde claramente la mujer es un objeto y el hombre
un “cazador” constante).
El domingo allí hubiéramos salido a
comer, quizás a Vila Madalena o quizás al condominio de nuestros
amigos, en Portal. Hubiéramos tomado el rodizio y de nuevo, vuelta
al coche. Pero aquí, el domingo, salimos con las bicis y en chándal,
para comprar frutas y verduras, el poquito rato del día en el que
lució el sol. Preparé la comida mientras el padre de las criaturas
daba algunas vueltas más en bici, con la mediana. La puerta del
garaje estaba abierta de par en par, mientras desde la ventana de la
cocina veía a los vecinos pasar, paseando con los niños, como un
domingo cualquiera.
Decididamente, es imposible tenerlo
todo. Allí nuestra burbuja, aunque muy grande, seguía siendo una
burbuja de vida irreal, controlada y limitada. Aquí la vida es más
lenta, más gris y más fría, pero tengo más sensación de estar
viviendo una vida más verdadera. Si es cierto que nos sentimos más
solos. Que la integración está resultando más costosa, que hay que
trabajarla mucho más. No es un país que te reciba ya directamente
en el salón de la casa de sus habitantes. Cuesta mucho trabajar la
confianza y superar la distancia que separa a unos de otros. Hay días
en los que me siento sóla y totalmente en stand by. Pienso en mis
tardes en el clube, con Patricia, Sara o Ivette, y me veo aquí
haciendo deberes a puerta cerrada y estudiando mucho para no pensar
en que echo de menos esas tardes, aunque exista skype y de vez en
cuando me desquite charlando con ellas
Ya es medio día, y tendré que ir
pensando en hacer la comida antes de afrontar las escasas horas del
apres midi e ir a la escuela a por los nenes. Mañana, miércoles,
así que esta tarde de martes es como si fuera viernes y habrá
descontrol de deberes y rutinas. Ay! Lo bien que nos iría tener la
piscina del clube! O un poquito de capoeira para que quemaran un poco
de adrenalina! En lugar de eso, merendaremos y miraremos el reloj
para que pasen pronto los minutos y el padre aparezca de regreso de
París.
Et voilà! C'est fini le mardi!
Noto tanta nostalgia en este escrito. Aún diciendo las cosas buenas de ahora parece que algo se quedó dw vosotros en Brasil.
ResponEliminaHabía contestado a este comentario y no se que ha pasado :(
ResponEliminaTe decía que si. Se quedó una parte allí y nos llevamos otra con nosotros. Otra que nos hace recordar muy a menudo a que sabe el pão de queijo y a que huele la feijoada calentita.
Echamos mucho de menos a nuestras amistades de allí, aunque algunas ya se han movido a otro país. Ha ocurrido un poco la diáspora. Supongo que si volviéramos allí ahora, pocosestarían esperándonos. Pero aún así, me compensaría!
Si pudiera volver por unos días, no dudaría en pasarme con los niños por la escuela, a saludar a sus maestras y compañeros.
No dudaría en ir a abrazar a Francia y sus hijos, o a Sara y PAtricia, en el condominio, pasear con ellas por el clube, o ir a cenar con la família al japonés de al lado de casa. Me encantaría ir a comprar al super pasteis de queijo, o un churrasco en Vila madalena....
mmmmmm
si... mucha nostalgia ....