Noviembre
ya.
Hemos pasado
el primer período vacacional, y la adaptación a los nuevos cursos
escolares, con extra-escolares reforzadas y a tope. Han pasado las
dos semanas de touts saints, y nos merecíamos más que nunca este
descanso, relativo, porque no hemos parado, pero tan necesario.
Estábamos cansados de madrugones y logísticas interminables, así
como también de las horas de deberes, mutiplicadas este año por 4.
Hacía
semanas que no encontraba un momento para escribir en el blog, pero
he pensado mucho en él. No hemos hecho ninguna excursión a ningún
sitio, porque tanto el padre de las criaturas como la tropa en sí
han estado o bien ocupadas (entre clases los sábados, partidos de
fútbol y los entrenos de patinaje) o bien agotados de tanto
trajín... No ha habido "valor" para proponer ir a ningún
sitio Poco que contar en este sentido.
Por otro
lado, nuestro tiempo y obsesión se han visto abducidos por el
proyecto "busco casa para 7, con las tres B". De eso quería
(o más bien, tengo la necesidad de) hablaros hoy.
Conociendo
lo que sucede en casa, donde el mercado está saturado, los precios
están estancados y el grifo de las hipotecas cerrado, por un momento
pensamos que aquí sería un poco más sencillo encontrar una casa
con los requisitos que nos hemos pensado: bien comunicada con las
escuelas, con espacio para todos y un presupuesto bastante
respetable, que ni pasa de modesto pero tampoco es boyante, pero que
en estos tiempos de crisis es más que respetable, y más teniendo en
cuenta que yo no aporto ingresos y sólo reduzco gastos. Ilusa de mí!
Es nuestra
primera vez que buscamos en el mercado de segunda mano, y yo pensé, inocentemente, que sería algo similar a cuando hemos buscado casa de
alquiler. Pues no.
Como
principales diferencias, una casa de alquiler, al menos para mi, no
requiere mucho grado de filtro de detalle. Una casa de compra, en la
que voy a tener que invertir dinero los próximos tropecientos mil
años de hipoteca, debe ser perfecta, o casi perfecta.
No vale
comprar una casa más pequeña de la que se necesita, si no es
terriblemente necesario.
No vale
que esté en cualquier sitio, sólo porque sea barata: ni debajo una
línea de alta tensión. Detrás del centro logístico de una gran
superficie con alto volumen decirculación de camiones toooodo el día, en el culo del mundo o en un barrio dormitorio del
extrarradio más marginal sólo por que sea barata.
No vale
con que sea la casa ideal, si no tiene techo o las reformas te
llevarían a preferir tirarla al suelo y construirla de nuevo, sólo
porque está en el lugar que gusta y sea barata.
Y claro, la
que no cumplía una cosa, no cumplía otra, y así llevábamos 6
cuando encontramos nuestro "mirlo blanco". Una casa en un
buen barrio, al lado de la escuela, espaciosa, aunque a reformar, a
un precio muy competitivo. Y aunque fue una muy grata sorpresa,
porque la visitamos por visitar, sin esperar mucho, me enamoré de
ella, como una novia cuando se prueba El Vestido.
Sabía que allí
quería vivir.
Me miraba sus paredes destrozadas, con papeles
antiguos a modo de patchwork, sus suelos enmoquetados hace 40 años,
su cocina que traspasaba aroma de guiso preparado por la anciana
pareja que había residido allí, con sus cinco hijos criados entre
esas paredes, a los que podía casi ver bajando las escaleras hacia
ese sótano donde existía ese taller donde, seguramente, el
propietario de la casa había pasado tantas mañanas de domingo
arreglando las bicis de los niños o la segadora de césped. Mirara
donde mirara, en mi cabeza se traducía el resultado final, veía
nuestros muebles allí, imaginando el sonido de la vida de nuestra
familia un martes por la noche o un sábado por la mañana, en esa
calle sin salida, rodeados de casitas todas iguales, como en el
sueño americano.
Dos semanas,
es lo que hemos estado pensando, soñando, viviendo, imaginando y
respirando los planes en esta casa. Y todo acabó con una llamada fría de teléfono.
Desde que la visité por primera
vez por casualidad, 4 visitas totales, planos y medidas, proyectos de
cocina y discusiones sobre que reformas íbamos a realizar, en que
orden y cuando. El resultado: esa sensación de tomadura de pelo,
injusticia y rechazo en primera persona.
Hicimos una
oferta y nos la rechazaron. Todo bien hasta aquí. Pero, era
necesario tardar dos semanas en hacerlo? Dos semanas en las que
casualmente apareció otro comprador que hizo la misma oferta que
nosotros, ofreciendo sólo , como plus, cubrir los gastos de agencia?
Si, por supuesto, puede ser cierto, pero huele mal.
No puedo
evitar, sin reconocer los aires conspiradores que tienen mis ideas,
pensar que no querían que la compráramos nosotros porque.... no
somos franceses.
Hablando con
conocidos, esa idea más que difuminarse se ha reforzado. Me comentan
lo difícil que les ha sido a algunos poder alquilar su vivienda, al
notar el acento de no francés. Lo injusto que suena esto es poco!
Si al hecho
de la trascendencia que significa para un expatriado aceptar que su
vida ya no va a desarrollarse, almenos de manera inmediata, en su
lugar de origen y que, por lo tanto, llega la hora de poner los dos
pies (y el bolsillo) en el país de, llamémoslo “acogida”, le
sumamos que hay quien va a no aceptar tu dinero (el del banco donde
probablemente también tengan ellos el suyo) porque van a pasar a
través de tus manos “no francesas”, es más que fustrante,
triste, desalentador y te pone en guardia, aceptando que, por mucho
que trabajes y pagues impuestos en este país, tu acento, tu idioma
materno que uses con los tuyos y tu presencia física siempre siempre
van a marcar tu destino.
La diferencia entre que te den una mesa de
restaurante u otra, te sirvan antes o después que a otros, tengan o
no esa casa de alquiler disponible, la profesora te atienda o no por
igual en tus inquietudes o esa persona del supermercado que empezó a
preguntarte por tal o cual marca mejor de arroz deje de preguntarte
en cuanto abres la boca, o incluso te cuelguen las teleoperadoras a
media frase.
Francia
oculta un secreto. Liberté, égalité et fraternité, oui, mais si
vous etes français
Es lo que
siento ahora.
Que han jugado con nuestras ganas de tener una casa, ya
sea para conseguir mejor oferta por parte de otros (quizás lo más
realista) o bien, dejar claro que estaban esperando cualquier otra
cosa antes que vendernos la casa, porque, claro está, tener una
oferta no significa aceptarla si no quieres, por supuesto, faltaría
más! Uno le vende la casa a quien quiere y le apetece, pero claro,
no era mejor “ser consecuente” y decir inmediatamente “no” a
la oferta, antes que hacernos sentir mal dos semanas después, por
pensar que estaban valorando ciertamente nuestra propuesta?
No se como
en Francia hacen tratos y tampoco soy una experta en negociar la
compra de casas. Pero lo que si se es que esto va a ser una carrera
de fondo. He aprendido que esto no deja de ser un negocio para
alguien, y aunque para mi sea la búsqueda de esa segunda piel donde
mi familia ha de ser feliz 300 días al año, debo tomármelo como un
justo balance entre “inversión-beneficio” a todos los niveles:
emocional, económico y racional.
Me parece
crucial la enseñanza que me ha transmitido mi pareja de vida, con
respecto a este tema: Vamos a divertirnos buscando casa. Voy a
imaginarme mil vidas, si mil casas vamos a ver, una por cada una de
ellas. Y hasta que no vuelva a dar con la sensación cierta clara de “es esta”, no voy a parar.
No voy a dejar ni un resquicio de duda, y tampoco voy a dejar que
vuelvan a jugar con nosotros. Aunque vuelvan a desestimarnos por no
ser de donde ellos quisieran que fuéramos, no puedo dejar que eso
afecte a nuestra autoestima.
Ellos se lo
pierden.
P.S: Espero
que los nuevos dueños se encuentren con goteras o inundaciones en el
sótano... digo... Espero que esa casa no eche de menos las risas y
las prisas de una gran familia entre sus cuatro paredes. Vamos a ser
pastelosos, antes que rencorosos :p