dissabte, 4 d’abril del 2020

Día 22


Día 22.

Hoy huele a primavera. 

Se siente la temperatura agradable, y el sol entra por las ventanas.


Hace una semana que no salgo de casa, y de momento quiero esperar unos días más, antes de tener que volver a salir. Tenemos lo esencial, así que voy a esperar a finales de la semana que empezaremos.

Ya llevamos tres semanas enteras en este modo de vida nuevo. Clases y trabajo en casa, ocio entre paredes.

Tengo insomnio. Siempre he tenido, pero ahora parece que más, porque tengo pocas rutinas que me marquen como me tengo que organizar el día. Procuro empezar tarde, porque los dos peques no tienen necesidad de levantarse pronto, y así me permito el lujo de trabajar hasta la madrugada... de aquí que los días vayan, poco a poco, dando la vuelta, a más horas nocturnas que diurnas, poco a poco.

Tiempo libre, como tal, aquel que te permite salir de tu rutina, pues poco. Estos días, supongo, que como todos, andamos del desayuno a los deberes, del trabajo a la comida, de la videoconferencia a la merienda, de los juegos de sobremesa a la cena, del Netlix a la cama... y vuelta a empezar...

Eso, si tienes netflix, hijos o trabajo. Si no, no me puedo imaginar.

Hoy hablan de que se inician las vacaciones de semana santa, y me parece una broma. También comentan que se alarga el estado de alarma, y me río de los que se creen que esto no va a durar hasta el verano. Las noticias empiezan a teorizar sobre el retorno a la vida post-confinamiento, relegando las noticias sobre nuevos contagios o muertes al segundo plano.

Y todavía hay quien tiene la creencia de que esto va a suponer un antes y un después para el sistema capitalista, los estados, las prioridades políticas o la manera de entender la vida de las personas....

Y veo como la gente en china empieza a salir, con máscaras, y me pregunto si ya nunca más vamos a poder cruzarnos por la calle con una persona que sonríe, o ver a niños haciéndose muecas en los parques. Vamos a tener que escribir nuestros nombres en las máscaras, para poder reconocernos por las calles? Espero que no

Pero a la vez que espero que el nuevo mundo no pase por tener nuevas formas de rechazo social: la persona con mala salud, la persona con poco poder adquisitivo, etc. A la vez que espero que demos más valor a la familia y a las amistades por encima de objetos materiales que de nada nos sirven en un confinamiento como el que estamos viviendo: de que sirve tener un coche último modelo en el garaje, o un apartamento en la playa, o saber esquiar? Al mismo tiempo que espero que tener la atmósfera más limpia de los últimos 80 años, que la capa de ozono se haya regenerado en un mes en un 30% o que los animales vuelvan a ocupar sus hábitats... al mismo tiempo que todo eso, veo que la vida de antes se apresura para volver a ocuparlo todo.

A ocupar estadios de futbol, para ver partidos de gente que cobra más que todo el presupuesto sanitario

A pensar en irnos a nuestras segundas residencias, para alterar el hábitat y la vida de pequeños lugares que, desde luego, están mejor sin nosotros

A soñar con ir al centro comercial, a gastar dinero en ropas que cosen gente en India, que ahora han sido expulsados de sus puestos de trabajo y recorren centenares de km a pie, intentando regresar a sus casas.

En definitiva, a seguir la rueda del consumismo, a seguir viviendo sin pensar en los recursos, el coste de nuestras acciones, contaminando o agotando recursos...

Hay quien tiene esperanza de que se reflexione, a pequeña escala pero de manera generalizada. Y yo dudo que eso suceda.

La gran mayoría está esperando volver a la vida de antes.

Pero, quién no percibe la vida de antes como una vida de excesos? Salir a la calle sin miedo, sin máscara, sin medidas de higiene, sin respetar distancias sociales, sin sospechar del que te prepara un café, comerte la patata que acabó encima de la mesa, no usar gel para desinfectar las manos antes de tocarte la cara, a coger el carrito de la compra que alguien acaba de dejar, aún caliente.... ahora, para algunos, todo eso son riesgos.

Para otros, en dos semanas se les habrá olvidado.

Se puede ser optimista, idealista o pesimista.

Quiero pensar que soy realista.

Y mi realidad me dice que, el que ha vivido sin preocupaciones, volverá a querer vivir sin preocupaciones, y a la mínima que sienta que ya no hay razón para el miedo, las malas costumbres tiran para el campo.

Yo quiero dejar de sentir miedo, pero quiero también que haya un cambio. 

No sé si ese cambio llegará en la línea que la sociedad y el planeta necesitan. 

Pero seguro que, cambios, haberlos los habrá.

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