Abro los ojos, y como cada día, busco el teléfono en la mesilla de
noche.
Todo
está oscuro en la habitación, y se intuye silencio en la casa.
Por
debajo de la puerta, unos resquicios de luz brillante marcan todo el
contorno de la misma.
Intuyo
que es tarde.
Me lo confirma el móvil. Son las 11 de la mañana.
Ayer me acosté casi a las 6 de la mañana, después de una
conversación bastante acalorada sobre política, confinamiento y
políticas capitalistas. Me gusta este tipo de conversaciones, y de
madrugada, se me pasan las horas sin darme cuenta.
Me cuesta dormir,
y la compañía intelectual me ayuda a olvidar el confinamiento
forzado. Me mantiene ágil mentalmente, y el humor a raya.
Me
conecto al whats. Lo primero que hago desde el 13 de marzo, cuando
nos quedamos en casa, es decir buenos días a toda la gente que en estos
tiempos nos cuidamos entre nosotr@s. Amigos que están solos, amigos que pasan por momentos difíciles, amigos de siempre. Amigos y familia.
De uno en uno, entro en los grupos y en mis
contactos, y en diversos idiomas, voy saludando y recordando que día
estamos: Feliz domingo, bonjour, dimanche!, Bom dia, Bon dia..
Hasta
que llego al grupo familiar.
M. no
está. El bicho se lo ha llevado. DEP.
Y me
quedo en choc. Y empiezo a llorar. Lloro por muchos motivos.
De
tristeza, porque era una persona que siempre que podía, a pesar de
que la vida lo había alejado de su tierra, la nuestra, siempre que venía de viaje a Barcelona hacía por encontrarnos y reunirnos a todos, siempre animado y dispuesto a organizar una comida o
una cena. Siempre optimista, siempre con alegría, una sonrisa en la
cara, su acento francés hablando castellano, porque catalán no
había aprendido. Su tía, querida tía, como la llamaba él, y sus
primos, entre ellos mi padre, que lo adoraban y los adoraba.
De mi
padre nos llegó la simpatía heredada hacia él. Todo un personaje. Lo admirábamos como alguien exótico, alguien de una realidad lejana, siempre con coches que nosotros admirábamos y sólo podíamos soñar. La vida en
Francia lo trataba muy bien, y él era todo un emprendedor y, ahora
puedo intuir, un gran conquistador. De belleza picasiana, una actitud
todo un señor. Generoso y social.
De
dolor, porque al ser una figura admirada y mimada por mi padre, mi
tema no resuelto aflora. Otro tema pendiente que me va a acompañar
el resto de la vida. Lloro lo que no he llorado y siento rabia y
ausencia, soledad. Se confunden los motivos, y los sentimientos fluyen sin filtro.
Lloro
también por injusticia. Porque este mal bicho se lleva sin respetar
nada, a todos. Ignorante y arrogante de mi, pensaba que podría haber
una pandemia mundial sin que mi familia sufriera. En base a qué? Supongo que en
base a que todos tenemos nuestra casa, la nevera llena, la
posibilidad de quedarnos en casa sin exponernos, y eso me hizo pensar
que estábamos a salvo... mentira que me daba seguridad.
Lloro
de miedo, porque quien sabe cuando y como va a acabar esto. De
momento, nosotros, tendremos otra silla vacía estas navidades. Una
víctima, para mi familia, tiene nombre y apellidos. Me preocupo por nosotros. Por si puedo caer enferma en alguna de mis incursiones a la compra. Me aterra traer esto a casa, a los míos.
Lloro
de soledad. Porque en mi familia todos nos reunimos para abrazarnos y
apoyarnos ante la pérdida, y esta vez, con el confinamiento, la
imposibilidad de poder viajar a casa y de poder tener un velatorio
con el que iniciar el duelo, esto es imposible.
La
vida sigue, pero
todos estos pensamientos me derribaron de
un golpe, ayer.
Ya no
pude continuar con los buenos días tradicionales. No tenía ningún
sentido nada de lo que venía haciendo los días anteriores, porque
en realidad ya no lo tenían antes, sólo eran muletas para poder
moverme por esta nueva realidad ¿temporal?
Hoy ha
vuelto a salir el sol.
He
vuelto a despertar en la misma habitación oscura, entrando la luz
por debajo de la puerta.
He
mirado el whats, y he empezado a saludar, de nuevo, a todos los
grupos.
Bon dia
de dilluns de pasqua. Feliz lunes. Bom dia de segunda. Bonjour, on
commence les vacances de pâques...
Hace
más frío que ayer, pero hoy no llueve. Hoy haremos la mona en
videoconferencia, y seguiremos viviendo entre cuatro paredes, como el
resto de los 30 días que nos preceden ya.
Seremos menos, pero esa
realidad nos espera de puertas a fuera, cuando retomemos la vida.
In
memoriam de M.I.A
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