dilluns, 23 de març del 2020

Día 9


Día 9

Ayer no pude escribir en el diario de este confinamiento, porque mi ordenador se pasó todo el día haciendo backups.

Mejor.

Porque he podido recoger unas cuantas opiniones, de aquí y de allí, sobre el estado de ánimo que transmito, palabras textuales.... apocalíptico.

Y esa no era mi intención de todo esto!

Quizás no tubiera ninguna intención, pero la de dar una impresión de derrota o de pérdida de ánimo tampoco.

Estoy bien. 
Estoy normal.
Supongo que como todo el mundo. 

Con mis días buenos y mis momentos malos.

Sí que es cierto, no lo negaré, que me siento muy insegura con todo lo que está pasando, porque soy una persona que me gusta anticiparme, prepararme, y que cuando llega el momento, no me pille desprevenida. Y tengo que aceptar que estamos frente a lo desconocido, y me tengo que preparar para aceptar que no voy a poder más que reaccionar algunas veces.

Así que, en la medida que me sea posible, intentaré resaltar las cosas buenas y agradables de estos días, en lugar de destacar miedos e inseguridades, como si eso fuera lo único que me importa o pasa en todo el día.

Ayer pasaron dos cosas que me emocionaron.

La primera, me dí cuenta que mi hija de 5 años, después de una semana de estar en casa, no se había dado cuenta de nada de lo que está pasando. Para ella, estamos en casa, como cualquier otras vacaciones. Fue muy revelador, de golpe, cuando me preguntó si me había dado cuenta de que ayer no habíamos salido de casa. Ese «ayer», en realidad, era «hace muchos días que no salimos, y ahora me he dado cuenta y te lo cuento, por si tu no...». Sonreí, porque su inocencia le ha dado un significado simple y conocido. Le intenté explicar que fuera hay unos bichitos que nos hacen poner enfermos y que los médicos están muy ocupados tratando a la gente que se encuentra mal, que nosotros hemos de quedarnos en casa para que todo pase más rápido. Su respuesta ha sido, que le parece bien, pero que cuando todo pase, haremos una fiesta... Yo le he dicho que dos, una aquí, con sus amigos de la escuela, y otra en casa, cuando vayamos en verano. Así que, ya sabéis, hay fiesta en julio.

La segunda, me dí cuenta de lo bueno que es reír. Pero reír hasta no poder más. Reír que te duele la tripa, que te pones a llorar y que no puedes parar. Reír es algo que no hago a menudo, por lo menos a este nivel, y es tan liberador! Tan reparador! Tan sano! Amigos!!!! De los auténticos, sinceros, que te quieren, y te hacen reír! eso es un tesoro! y yo lo tengo!!!

Hay que reír más.

Hay que ver el mundo como una niña de 5 años, y pensar en la fiesta que nos vamos ha hacer en unos meses.

Escribo esto, y el sol nos viene a saludar por la ventana.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada