Día 9
Ayer no
pude escribir en el diario de este confinamiento, porque mi ordenador
se pasó todo el día haciendo backups.
Mejor.
Porque
he podido recoger unas cuantas opiniones, de aquí y de allí, sobre
el estado de ánimo que transmito, palabras textuales.... apocalíptico.
Y esa
no era mi intención de todo esto!
Quizás no tubiera ninguna
intención, pero la de dar una impresión de derrota o de pérdida
de ánimo tampoco.
Estoy
bien.
Estoy normal.
Supongo que como todo el mundo.
Con mis días
buenos y mis momentos malos.
Sí que
es cierto, no lo negaré, que me siento muy insegura con todo lo que
está pasando, porque soy una persona que me gusta anticiparme,
prepararme, y que cuando llega el momento, no me pille desprevenida.
Y tengo que aceptar que estamos frente a lo desconocido, y me tengo
que preparar para aceptar que no voy a poder más que reaccionar
algunas veces.
Así
que, en la medida que me sea posible, intentaré resaltar las cosas
buenas y agradables de estos días, en lugar de destacar miedos e
inseguridades, como si eso fuera lo único que me importa o pasa en
todo el día.
Ayer
pasaron dos cosas que me emocionaron.
La
primera, me dí cuenta que mi hija de 5 años, después de una semana
de estar en casa, no se había dado cuenta de nada de lo que está
pasando. Para ella, estamos en casa, como cualquier otras vacaciones.
Fue muy revelador, de golpe, cuando me preguntó si me había dado
cuenta de que ayer no habíamos salido de casa. Ese «ayer», en
realidad, era «hace muchos días que no salimos, y ahora me he dado
cuenta y te lo cuento, por si tu no...». Sonreí, porque su
inocencia le ha dado un significado simple y conocido. Le intenté
explicar que fuera hay unos bichitos que nos hacen poner enfermos y
que los médicos están muy ocupados tratando a la gente que se
encuentra mal, que nosotros hemos de quedarnos en casa para que todo
pase más rápido. Su respuesta ha sido, que le parece bien, pero que
cuando todo pase, haremos una fiesta... Yo le he dicho que dos, una
aquí, con sus amigos de la escuela, y otra en casa, cuando vayamos
en verano. Así que, ya sabéis, hay fiesta en julio.
La
segunda, me dí cuenta de lo bueno que es reír. Pero reír hasta no
poder más. Reír que te duele la tripa, que te pones a llorar y que
no puedes parar. Reír es algo que no hago a menudo, por lo menos a
este nivel, y es tan liberador! Tan reparador! Tan sano! Amigos!!!! De los auténticos, sinceros, que te quieren, y te hacen reír! eso es un tesoro! y yo lo tengo!!!
Hay que
reír más.
Hay que
ver el mundo como una niña de 5 años, y pensar en la fiesta que nos
vamos ha hacer en unos meses.
Escribo
esto, y el sol nos viene a saludar por la ventana.
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